Basta con haber oído una sola canción de cuna o una sola deformación cariñosa del propio nombre para saber que a veces las palabras hacen cabriolas y se combinan entre ellas para formar dibujos con el solo propósito, al parecer, de que se las contemple maravillado.(Graciela Montes).
Son estas las palabras que llevan a que uno se preocupe por transmitir lo más sinceramente posible, el mágico mundo de la literatura. Un espacio donde los niños pueden encontrar a otros y encontrarse ellos mismos.
La alfabetización no es ni un lujo ni una obligación: es un derecho (tal como lo plantea Emilia Ferreiro), un derecho que en los niños llega a través de lo lúdico.
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